Conocida en época romana como Vallislonga, se sabe que en los siglos XIV y XV forma parte de las posesiones de la familia Albornoz, destacada por su poder y por la extensión de sus propiedades en las tierras de Cuenca. El afamado cardenal Gil de Albornoz deja en herencia a su sobrino Goméz García esta aldea junto a otras, con montes, dehesas, molinos, viñas y lagunas.
Luego serían los marqueses de Cañete los que se adueñaron por un tiempo del lugar, momentos en los que era rico en cabaña ganadera y donde su buena lana se pagaba y enviaba a Burgos a 83 maravedíes la arroba.